El día era frío, mi hermanita y yo estábamos acurrucados en una cesta sobre una mantita e intentábamos no pensar en nada, sólo no pasar frío. La gente pasaba de un lado a otro, pero nadie nos decía nada. Cuando la tarde estaba ya tocando a su fin, aparecieron unas chicas que, así, a simple vista, no parecían mala gente. Se acercaron, nos acariciaron y jugamos un poquito. Ellas tenían las manos grandes, nosotros unas patitas de tan sólo un mes; nos cogían, nos acariciaban... qué bien!!! Algo de calor humano...
De repente una de las chicas me cogió y me fui con ella, mire a mi hermanita pero escuché decir a un señor que estaba allí con nosotros que al día siguiente una buena familia iría a recogerla, así que, aunque con mucha pena, decidí que era lo mejor para los dos; así no moriríamos de frío o hambre. Tenía tanto miedo de no poder cuidar de ella siendo tan pequeño y débil...
Después de firmar un monton de papeles (no yo, me refiero a la que sería mi dueña), me subí en un coche. Por el camino todo era alegría, había música, risas, fiesta... No sabía muy bien dónde íbamos, pero no debía estar mal; en el coche se estaba calentito y empecé a sentirme, por primera vez, y con un sólo dos meses de vida, querido por un humano.
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