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| Se nos caen los dientes |
Y así es! Un perro, como cualquiera de vosotros, también pasa por un período de crecimiento, no sólo se nos caen los dientes de leche y nos crecen los dientes sanos y fuertes que tendremos el resto de nuestra vida, también crecemos en educación, en comportamiento, aprendemos a entender a los humanos, jugamos como niños pero maduramos rápidamente cuando tenemos que estar en los momentos difíciles de nuestros amos y nuestras familias.
En la entrada anterior os contaba un poco sobre la obediencia básica, pero también os dije que la educación del perro, al igual que la de las personas, se forja día tras día. Eso sí, nosotros vivimos algo más rápido que vosotros, algo así cómo que cada año que vosotros pasáis son unos 7 para nosotros. Ufff! Se supone que ya tengo 21 años más o menos! Pero qué importa la edad cuándo estás rodeado de los tuyos, cuando te tratan bien y cuando te sientes querido??? Estaréis de acuerdo conmigo en que el ambiente que nos rodea es un factor importantísimo a la hora de crecer. He visto tantos casos de amigos como yo que no han tenido una buena vida; y estoy seguro que hubiesen sido fieles, buenos y grandes compañeros del ser humano, pero muchas veces, no sabemos por qué, pueden llegar a ser tan crueles con nosotros!
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| Mi pasión por las piñas |
Ahora, que se supone que ya soy un perro adulto, miro a mi alrededor y veo las diferentes etapas por las que he pasado, lugares dónde he estado, gente que he conocido, veo a Al y me doy cuenta de que la vida es como un tren con diferentes vagones. A lo largo de tu vida, habrá personas, animales, que suban a tu tren, que bajen, incluso que vuelvan a subir en otras paradas más adelante. Siempre me gustó eso de "unas puertas se cierran, otras se abren". No olvides que tú eres el maquinista de tu tren. Tú lo diriges, así que asegúrate de llevarlo por dónde tú quieres. En mi caso, y en el de los animalitos como yo, no podemos tener esa suerte de conducir un tren y de ir por dónde queramos nosotros, pero sí tenemos la oportunidad de que nuestro amo nos lleve a su lado en la cabina del maquinista, no te olvides de tu fiel amigo y crece conmigo!
Con esta entrada ya nos vamos poniendo al día en el Blog, porque recordad amig@s, el pasado y el futuro no existen. Vivamos el presente!
Como cada día, mi cuerpo se acomodaba en el sillón al que tanto cariño te tengo (es mi sitio de descanso, placer y, en alguna ocasión, la guarida para esconder mis juguetes), dispuesto a pasar otra increíble tarde soñando con huesos, perritas con sus lazos paseando por el parque, pelotas de tenis, trapos de cocina que robar a Al... Pero no iba a ser una tarde como todas las anteriores. Inmerso en uno de mis sueños (no recuerdo exactamente en cuál de ellos), de repente noté un ligero movimiento que me hizo despertar y ponerme en pié para ver qué estaba ocurriendo. Tal vez se trataba de ese Bulldog del tamaño de un elefante que vive en mi calle, y que cuando sale a pasear no podemos evitar que se mueva la tierra, o lo mismo era la puerta del vecino, que hay ocasiones en las que se cierra con tal fuerza que parece que va a quedar sellada para siempre, pero no! La realidad era que... estaba sobreviviendo a mi primer terremoto! GUAU.
Ràpidamente, corrí hacia la cocina. Mi bebedero seguía intacto, lo que fue una alegría para mí porque después de haber dormido durante dos horas como si fuese una marmota, se despertó dentro de mí una sed algo atroz, totalmente comparable a aquellos que viajan a través del desierto durante algo más de una semana sin beber ni probar bocado. Olisqueé además el comedero por si el terremoto hubiese querido dejar huella en él y me hubiese dejado algún "granulito" o premio por haberme portado tan bien durante la siesta, pero parece ser que los terremotos no dejan comida así que después de haberme hidratado y sin molestarme en pensar mucho más, decidí volver a mi sacrificada tarear de dormir toda la tarde hasta escuchar el ensordecedor sonido de los granulos chocando contra el recipiente, es decir, la hora de la cena.
